El Arte de la Paz

El aikidô, uno de los representantes del gendai budô (artes marciales modernas), es un budô que representa genuinamente la vertiente positiva de la cultura bushi (samurai). Existió hace muchos siglos una evolución sorprendente de la clase guerrera japonesa, cuyo ascenso progresivo le lleva a alcanzar el gobierno del país nipón. Paulatinamente surgió la cultura de la clase samurai y su subcultura: las artes marciales (bujutsu bugei), hasta que se transformaron en budô.

Durante la Era Tokugawa, un periodo de tiempo de casi 300 años de paz: la ‘Pax Tokugawa’, después de la unificación de Japón por Ieyasu Tokugawa, los bushi recibieron una formación en distintas disciplinas, predominando las técnicas o artes de combate pero que eran complementadas con humanidades, artes y, especialmente, corrientes filosóficas y religiosas, llegadas a Japón desde el continente asiático: budismo, taoísmo, confucianismo, que se unieron a la propia tradición sintoísta japonesa.

Estas corrientes filosófico-espirituales van ejerciendo una influencia progresiva en algunos guerreros japoneses y se va dilucidando la ‘vertiente positiva’ de la cultura bushi, un aspecto ético que  tendrá repercusión en las modernas artes marciales, gendai budô, durante y después de la Restauración Meiji, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

A la formación integral de los bushi, con el componente marcial ‘bu’ y el componente cultural ‘bun’, se la ha denominado: bunburyôdô, es decir, el doble camino de la formación humanística y la formación marcial. Sin embargo, proponemos un aspecto nuevo diferenciado: la consideración por separado de la influencia ético-espiritual en el budô, que podría denominarse shin, separada del aspecto bun (que la mayoría de autores incluyen en el componente bun).

Se puede afirmar que existe una auténtica cultura de los guerreros samurai japoneses, que esta cultura tiene elementos que se han transmitido de forma tradicional durante siglos -incluso hasta la actualidad-, que esta tradición marcial conlleva valores socio-educativos, que también tiene una dimensión ética, y que el aikidô se puede considerar un buen exponente de ‘arte marcial ético’, es decir, de la vertiente positiva del budô. El aikidô es un ejemplo sobresaliente de la positiva tradición cultural marcial japonesa.

Ueshiba Morihei, Ô-sensei, fundador del aikidô, prohibió expresamente la competición en este arte marcial, evitando así el sesgo de la ‘deportivización’ que han sufrido otras artes marciales, no sólo en Occidente, sino también en el propio Japón, tras la conversión en deportes de la mayoría de las artes marciales. Ueshiba no quería competición a ningún nivel, quería evitar una nueva forma de comparación permanente en la sociedad. Deseaba la evolución espiritual del ser humano, por eso hablaba de armonía, paz y amor.

No obstante, es importante reflexionar sobre el contraste bujutsu-budô. Cuando una disciplina adopta e incluye en su denominación y sus principios el , cambia de dimensión, ya no se trata sólo de meras técnicas, de un mero arte, se convierte, sobre todo, en un instrumento de autorrealización personal, en una visión de la vida, e, incluso, en un método que transciende lo físico, lo estético, lo psíquico y lo mental, pudiendo llegar a lo espiritual. El aikidô es portador de valores éticos y puede ser utilizado como instrumento, por ejemplo, para la elevación del nivel de consciencia, la resolución de conflictos y para educar en la cultura de la paz, en la cultura de la no-violencia.

Observando la evolución del aikidô en la actualidad, las preguntas, y la reflexión, que parece pertinente hacerse son: ¿Realmente se está intentando practicar el ‘Aiki-dô de Ueshiba’? O, por el contrario, lo que se está practicando cada vez más: ¿No es aiki-jutsu o aiki-jujutsu? ¿Acaso no es el jutsu lo que realmente atrae a los practicantes? ¿En qué han quedado los principios del ? ¿En qué ha quedado la intención de Ueshiba?

Es muy importante esta reflexión, teniendo en cuenta que el retrato de Ô-sensei preside todos los tatamis de nuestros dôjôs y, curiosamente, se le cita una y otra vez sin detenerse a pensar en el significado o el contenido de las palabras que se citan. Las palabras pueden parecer bonitas e interesantes, pero el asunto central es la convicción que tenemos de su contenido, la responsabilidad de llevar a cabo lo que decimos creer, ser consecuentes con su mensaje.

Si hay un arte marcial que representa y ejemplifica la vertiente positiva de la cultura tradicional de los samurai, ése es sin duda el aikidô. Pero habría que enfatizar: el Aikidô de Ueshiba, que deseaba que su arte fuera un ‘arte de paz’, no sólo dentro del tatami sino en todos los ámbitos de la vida de las personas que lo practican, siendo consecuentes con su mensaje y su legado. Que las personas que practican aikidô se hagan cada vez mejores personas. Que no haya violencia, ni agresividad, de unos contra otros, no sólo en forma de acción sino tampoco con palabras, las palabras matan. Y, por último, hay que eliminar el resentimiento que hace que se desee el mal de los demás, ese deseo es también violencia.

La gran cuestión es que, si el aikidô es heredero de la vertiente positiva del budô, interpretada por Ô-sensei y plasmada en la creación de su arte marcial: ¿Estamos siendo fieles al deseo de Ueshiba? ¿Hemos recogido el legado de aplicar los principios de la no-violencia en todos sus niveles cuando practicamos aikidô? ¿Al transmitir el arte de Ueshiba, estamos educando para la paz?

Citamos, para terminar, algunas palabras de tres hombres que representan de forma destacable no sólo en el espíritu, sino siendo consecuentes con lo que creían, por su convicción  profunda en la no-violencia como herramienta (como ‘arma’) para combatir los problemas, los conflictos, o, incluso, las injusticias. Estos tres hombres son: Martín Luther King, Mahatma Gandhi y Morihei Ueshiba.